Crystal II • Experiencia de violencia con miedo a la muerte

Experiencia de violencia con miedo a la muerte por tres años

Dios me ha hecho fructífero en la tierra de mi aflicción
Génesis, capítulo 41

Se nos quiere,
De donde venimos;
Y a donde vamos,
Se nos espera.

Algo más bello que
Este aprecio
Por medio del amor de Dios
No lo habremos
De experimentar en el cielo

Y cuando
De confianza
Aquí y ahora
Somos llenados,
Cambia todo eso
nuestra vida
en la tierra.

Hans-Joachim Eckstein

Descripción de la situación

Ahora me ha “tocado” por segunda vez. Después de 18 meses de que mi alma tuvo tiempo para recuperarse de la primera vez. Mi vecina de entonces. La primera vez mientras estábamos en el supermercado destapó un frasco de pimienta, puso un poco en su mano y me lo tiró en la cara. Para mi como “caído del cielo”. Más de ocho años, y a petición de su marido alemán, me ocupé intensamente de ella, la invité amigablemente a mi vida. La consolé después de que su primer hijo naciera muerto, y con el segundo, le ayudé con un cochecito para niños, con ropa y con mucha ayuda práctica. La llevé a la reunión del grupo de madres e hijos. Celebramos muchos cumpleaños. Medié muchas peleas de pareja. Después del divorcio organicé la mudanza y conseguí ayudantes. ¿Por qué ahora? ¿por qué hace eso? Mi entendimiento no lo comprende. La segunda vez se acercó a mi por detrás (yo estaba en la caja y no la noté), zampó su brazo alrededor de mi cuello haciendo una llave y me ahogó. ¿Por qué ahora?

Las consecuencias:

Cuerpo

Daño corporal: después del ataque con pimienta dolores en la cara y dolores muy fuertes en la articulación de la mandíbula por 14 días. Aún después de muchos años esta musculatura facial se pone tensa de manera dolorosa en situaciones de estrés. Después del segundo ataque: inflamación y hematomas en el cuello y por 14 días tenía picazón en el cuero cabelludo (ella me haló la cabeza hacia atrás brutalmente tomándome por el pelo)

Desconfianza del cuerpo: fluctuación de las hormonas, sangrados menstruales bastante fuertes y velozmente sucesivos.

Ataques de pánico con taquicardia, rodillas débiles cuando la veía de lejos en la ciudad.

Asustadiza: ejemplo: me estremecí hasta los huesos cuando de repente un perro que no había visto empezó a ladrar cerca de mí.

Psique:
Daño mental: llanto incontrolable y aparentemente sin motivación, inesperado.

“Apagón”: me faltaban palabras (a veces solo alcanzaba la primera silaba de las palabras, el resto no lo podría recordar. Por ejemplo, cuando quería decir: “sí, este paisaje polariza” solo llegué hasta “pol…”).

Sensación de amenaza: en todas las áreas. Cuando las puertas se cerraban – ella sabía donde vivo yo.

Entumecimiento emocional: frente a las emociones de otras personas, falta de empatía. Agobiada.

“Fuera de órbita”: me sentí como debajo de una quesera, como si no estuviera en la vida real.

No tan resistente como de costumbre, mi “disco duro” estaba lleno con el procesamiento de la situación.

Miedo: “Angst essen Seele auf” (película en español: Todos nos llamamos Alí). Incertidumbre e inseguridad en un espacio amplio de tiempo: ¿estoy segura en casa? Inseguridad: ¿defiendo mi lugar o mejor huyo?


Lo que me ayudo en la práctica:

Amigos, aceptar ayuda
Mi esposo estuvo en viajes de trabajo y yo estaba en casa sola con los niños. Mi pequeño de once años jugaba en el jardín. Le pedí que fuera a donde la vecina, que también es amiga mía. ¿Podrá venir? Nos sentamos en el jardín, yo conté, lloré y ella escuchó y oró por mí. Fue la primera amortiguación.
Le informé a amigos y al pastor de la iglesia por correo electrónico sobre la situación y mi condición actual. Así llamé ayuda. Sabía que no estaba sola.

El correo electrónico de un amigo que me conocía bien y que explicaba por qué esta situación me tenia que afectar tanto de acuerdo a mi personalidad, me ayudo a entenderme y a ordenarlo todo.

Jornada estructurada, rutina
Realizar mi trabajo normal de la mejor forma posible me ayudó a distanciarme de la situación, a alejarme y a no caer en la autocompasión. La rutina (en la oficina o en haciendo las labores del hogar) me ayudaron a tener un ambiente sano.

Infórmate
Búsqueda: información sobre las reacciones traumáticas, las fases, y la autosanación del alma. Literatura, internet, el trabajo de una conocida que me puso a disposición sobre este tema. El solo hecho de saber que mis reacciones eran “normales” me ayudo un montón. Me quito un peso de encima saber que se necesita tiempo (aproximadamente 18 meses) hasta que el alma pueda procesar el trauma. No tengo que “funcionar” de inmediato como siempre.

Cantidades de canciones
Ataques de pánico reiterados. Hui al coche, tenía las rodillas débiles y taquicardia. ¡Ella estaba cerca! ¿cómo me pude calmar? Después de respirar profundamente por bastante tiempo reuní las canciones de alabanza del ultimo culto dominical – y funcionó. Mi respiración volvió a ser regular, mi corazón se normalizó.

Aceptar y compartir los límites de fuerza
Durante ese tiempo mi suegro necesitó cuidados especiales, cada vez más y más. De repente mis fuerzas llegaron a su fin en la parte que me correspondía ayudar, pero no lo pude admitir. Quería ser fiel, pero no podía más -eso superó mis fuerzas-. Necesitaba el circulo de amigos como apoyo psicológico para poder compartirle esto a la familia. Necesitaba el permiso para no tener que funcionar más – como nuera, cuñada, esposa-.

Tomar rizos (empañicar la vela)
Vivo en la costa. Veo muchos barcos y veleros. Aquí se dice: quien se dirige a la tormenta debe empañicar la vela, si no, puede zozobrar. Cancelé citas, suspendí tareas, me tomé el tiempo para procesarlo. Correcto. Eso significa que el alma necesita 18 meses para procesar el trauma.

Mantener el bebé en los brazos
No lo puedo explicar. Después del segundo ataque me encontré con mi sobrina y su hija recién nacida un domingo en mi iglesia. Le pedí si podía alzar a la niña. Salió algo puro, sin culpa de esa bebé, de esta nueva personita. Sus caritas, su respiración en mis brazos. Durante varios domingos pude alzarla, fue una terapia muy especial para mí.

Curso de defensa personal
Después del segundo ataque me recomendaron varios amigos míos hacer algo en contra de mi sensación de desmayo. Visité un curso de defensa personal y aprendí a golpear, maniobras y comportamientos. La forma en la que uno termina reaccionando no se sabe y tampoco tuve que experimentarla, pero me dio la sensación de estar mejor “preparada”.

Aprovechar los recursos
Más paseos, escuchar mucha música, cantar, trabajar en el jardín, la naturaleza, visitar museos, recargar la belleza. Mi esposo me regaló excursiones sorpresa: ¡qué alegría! Todo eso me dio fuerza. Especialmente pude aprender a valorar la alegría previa o la ilusión de algo. En ese tiempo cayó mi cumpleaños número 50. Le pedí a mis amigos que reservaran un domingo libre, pero lo que quería planear debería permanecer una sorpresa. Así me di un poco de alegría: planear, preparar, reservar – la ilusión fue una buena medicina para mí.

Una pausa en tiempos de estrés
Mis fuerzas se agotaban más rápido de lo normal. Cuando nada funcionaba y solo había peleas con mi esposo fue claro: necesito – mínimo- tres noches de pausa solo para mí. Lejos de la familia, del trabajo, de los deberes. Tuvimos que sacar tiempo en el calendario. Descanso, tiempo para mí, tiempo para mi cuerpo: dar paseos, nadar, dormir, comer.


Lo que me ayudó psicológica y espiritualmente

Diario
Tengo la costumbre de escribir al lado derecho de un cuaderno peticiones de oración y en la izquierda lo dejo vacío para completar después. Así puedo hacer un seguimiento a lo que ha pasado y sucedido, qué cambios han ocurrido. Compruebo avances y retrocesos y puedo así asumir las consecuencias. Eso me ayudo mucho a superar la situación.

Honestidad y consejería espiritual
Mi ira y coraje contra esa mujer los pude admitir con honestidad y junto a mi consejera pude trabajarlo en oración y entregarlo cada domingo. Tenia que haber honestidad, los sentimientos subieron a la superficie y salieron. Ahora aquí, en mi “ser” espiritual pudo Dios comunicarse, tocar y sanar mi corazón. A veces una determinada cultura o socialización logra evitar una honestidad de tal manera. Por ejemplo, en un contexto cristiano se odia al maligno, pero no a una persona. Tampoco fue fácil reconocer estos sentimientos (ella me hirió a pesar de que fui buena con ella). La verdad hace libre (Juan 8:32) y solo en ese punto puede haber sanación. La filosofía dice: ¿qué es verdad? Para mi la “verdad” esta conectada con la persona de Jesús. Él tiene una vista general, él me conoce y a los otros también – mucho mejor que nosotros mismos nos conocemos-. Él puede tocar y cambiar los corazones.
Asimismo, trabajé con mi consejera el proceso del perdón. Lo tuve claro: si no perdono a esta persona eso me va a amargar por el resto de mi vida y me va a llevar a decisiones no tan buenas. Yo no quería eso. Lewis Smedes dice: cuando usted perdona piense que deja a un prisionero libre – para después darse cuenta de que ¡usted mismo era ese prisionero! Tardó su tiempo, pero hoy puedo vivir en esa libertad maravillosa. Cristo en mi fue más fuerte.

Rituales
Un carpintero me regaló alguna vez una escultura de un Jesús bendiciendo. Viví tres años de incertidumbre, tres años de “hoy puedes morir” (la policía me advirtió: la próxima vez puede que ella lleve un cuchillo en el bolsillo de su abrigo). Todos los días me paraba en frente de la escultura de un Jesús bendiciendo que estaba al lado de la ventana, me hice el símbolo de la cruz (no soy católica, pero fue un símbolo completo que representaba la protección también del cuerpo) y dije en voz alta: “no le pertenezco a Katie*, no me pertenezco a mí misma, yo te pertenezco a ti, Jesús”.
Solo es una seguridad aparente el levantarnos en las mañanas y el acostarnos en las noches. La vida es quebradiza. Y sin embargo vivimos como si fuera obvio que todo va a seguir así. Este ritual me ayudó a sacudirme de esa aparente seguridad, me ayudó a resistir la fragilidad, me ayudó a encontrar la seguridad en la dirección correcta y a dejarme llevar.
También otro ritual de cierre fue de ayuda: después de tres años murió sorpresivamente esta mujer de cáncer intestinal en un hospital. Mis amigos se alegraron: “¡ahora estás libre!”. Mi esposo se llevó la pila de libros a la biblioteca. Pero yo no lo podía creer. Fueron necesarios varios meses para realizarlo. Se acabó – y sin embargo no fue tan rápido-. Antes terminaban las películas con “Fin” o “el final” y uno se podía preparar: ahora termina la historia y en un rato vamos a salir de la sala… después de siete meses estaba lista, quería marcar el final. La psicoterapeuta, cuya ayuda utilicé varias veces, me animó: “cierre el año (y lo sucedido) con un ritual. No lo arrastre con usted en el año que viene”. Busqué un versículo bíblico y elegí en Apocalipsis 1:17-18: ¡no tengas miedo! Yo soy el Primero y el Último. Yo soy el que vive. Estuve muerto ¡pero mira! ¡ahora estoy vivo por siempre y para siempre! Y tengo en mi poder las llaves de la muerte y de la tumba. Me senté en el coche junto con una acompañante y fuimos a cada lugar de la ciudad donde sucedió lo malo o donde tuve ataques de pánico. Oramos brevemente y después pronuncie el versículo en voz alta. Así “conquisté” de nuevo la ciudad. La última estación estuvo al frente de la puerta de mi casa.

El canal de comunicación con Dios
No solo hay nueve formas de comunicar con Dios como lo presenta en su libro Gary Thomas. Hay muchos más. Algunas personas experimentan a Dios mientras caminan, escuchan su voz baja en paseos en la naturaleza. Cuando cantan tienen de repente un pensamiento que cae directo en su corazón. Otros prefieren leer, escribir un diario o escuchar música. Puede ser muy diferente y vale la pena encontrar su propio camino.

La “otra” dimensión
Después del segundo ataque tuve una pesadilla en repetidas ocasiones. De hecho, no sueño muy a menudo cosas de las que después me acuerde. Cada vez me desperté con latidos fuertes de corazón y con un miedo agobiante: estaba sobre una tarima alumbrada por un foco reflector. Alrededor mío solo había oscuridad. No vi nada, solo una negra oscuridad. Yo estaba en medio del haz de luz. De repente, venía de arriba a la derecha una mano negra que quería halarme a la oscuridad.
Después de que se repitió este sueño tuve claro que se trataba de otra dimensión, del mundo invisible. Se trata de las batallas que suceden en el mundo invisible por cada alma. Llamé a mi consejera espiritual por teléfono y después de un corto tiempo estábamos en el salón. Yo le conté y oramos. Ella tuvo la misma impresión que yo. No sabíamos de Katie: ¿de qué parte de su país venia? ¿qué religión tenía? ¿qué “magos” pudo haber utilizado? Ella me insultó con la palabra “bruja”. Mi consejera reprendió en el nombre de Jesús toda influencia de poderes sobrenaturales sobre mí. Tomó aceite para ungir y dibujó una cruz en mi frente y aplicó un poco más sobre mis manos para mostrar que mi alma y cuerpo estaban “sellados” en la protección de la sangre del cordero.
Desde hay hubo tranquilidad. No se volvió a repetir el sueño.
Isaías 43: no tengas miedo, porque he pagado tu rescate; te he llamado por tu nombre, eres mío. Cuando pases por aguas profundas, yo estaré contigo. Cuando pases por ríos de dificultad, no te ahogarás. Cuando pases por el fuego de la opresión, no te quemará; las llamas no te consumirán.


Otros detalles:

Legales
El derecho penal y el civil son dos cosas diferentes. El interés de la sociedad es otro al mío. Después del primer ataque se me informó que podía demandar, sin gran esperanza de éxito. O también podía poner la situación en las manos de los servicios sociales, que se hacían a cargo de la persona, pero tampoco tendría ningún derecho a información. Me decidí por los servicios sociales, me prometía más que alguien se encargara de la situación. Después del segundo ataque no escuché por mucho tiempo algo de las autoridades oficiales. Le escribí una carta a la fiscalía e indiqué la repetición de la agresión y el peligro que representaba esa mujer para el público. Después de un tiempo me llamó la fiscalía: me dijeron que no se podía hacer nada hasta que no fuera agredida “seriamente”. Para que me pudiera preparar mejor y saber a qué me debía atener, tenía que saber que la mujer en cuestión sufría de esquizofrenia paranoica y manía persecutoria. ¡Necesitaba esa información con urgencia! Hasta ese momento no sabía cómo debía actuar en el área de mi pequeña ciudad: ¿no poder ir de compras sola? ¡qué limitación! ¿defender mi lugar y mis derechos? Desde ese momento era claro que haría uso de la fuga. Dejar de abandonado el carro de las compras. Nada de defender mi lugar. Aquí no tenían cabida las argumentaciones intelectuales. Huir era la única reacción. Esa información me dio la claridad necesaria.
Entre tanto pensé en conseguir una orden judicial para que esta mujer no se pudiera acercar más de una distancia determinada. La jueza me comunicó que solo lo podía hacer si ambas personas estuvieran en una misma habitación. Dijo después de escucharme: “puedo citar a la mujer, pero que aparezca es incierto – y aparte usted debe considerar si de verdad se quiere encontrar con ella aquí…”. Me decidí en contra de eso.

*Nombre cambiado

Traducción: Diana Janke

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