Crystal III • Corona o Sars-CoV-2: Enfermedad del Covid-19

Corona o Sars-CoV-2: Enfermedad del Covid-19

y ahora lo ha revelado con la venida de nuestro Salvador Cristo Jesús, quien destruyó la muerte y sacó a la luz la vida incorruptible mediante el evangelio. 2 Timoteo 1:10

Escucho el mensaje: ¡Jesús vive!
Señor, ayuda, ¡que se eleve mi corazón
de preocupación, duda, miedo y pena!
¡Prepáralo para tu consuelo!
Escucho el mensaje: ¡Jesús vive!
Ustedes mensajeros, que dan esperanza,
¡Guíenme hacia el Resucitado,
que a su lado me siento a salvo!
Señor, ¡ayúdame!

Friedrich Hoffmann


Descripción de la situación

Durante una reunión, como saludo abrazo a una persona que dos días después dio positivo del Covid-19. De inmediato soy enviada por autoridades sanitarias extranjeras a la cuarentena en casa. Esta durará 46 días. El quinto día empieza una picazón en la garganta, una prueba dos días después da negativo. Escalofríos, fiebre. Después aparece la tos. Muy fuerte, en la noche me da la sensación de que mi pulmón es carne cruda. Es sábado. No sé cómo irá el domingo. Pero el día avanza con menos tos en una tranquilidad engañosa. El lunes tengo problemas con la circulación. Solo puedo estar acostada, aparte de inclinada para ir al baño porque me da la sensación de que mi corazón no soporta bombear la sangre “hasta bien arriba” a mi cabeza. Cerca de un colapso circulatorio estoy acostada y no puedo ni alzar un dedo. Acostada – y me puedo imaginar que en ese día mi corazón va a parar de latir, lo pienso varias veces al día – se siente como si la muerte estuviera timbrando en la puerta. Prueba número dos el día 15: negativo.
La tos continúa. Se va en olas. Estoy cada vez más débil. Con fiebre contenida por pastillas. Después de más de tres semanas desde el día X mi médico de cabecera me hace la prueba de la gripa: negativo. Después la prueba de la tos ferina (negativo) y preocupa: los médicos quieren tener una imagen del pulmón y me envían al hospital. Como persona que tuvo contacto con el Covid-19 me hospitalizan. Otra reducción. Examen de sangre. Prueba del esputo. Al día siguiente en la tarde (tengo el dudoso privilegio de ser la primera paciente de Corona en el hospital local) una tomografía del pulmón y un resultado rápido: neumonía viral en los dos pulmones. Traslado inmediato por sospecha en el área cerrada del Covid-19. El médico me informa en su atuendo de protección y solo desde la puerta: “no hay ni un medicamento ni un método de tratamiento. Lo intentaremos según las recomendación del Robert-Koch-Institut con antibióticos y con un medicamento para la malaria. Eso puede causar como efecto secundario fuertes arritmias”. No es muy bueno, pienso, pues a veces, especialmente con estrés alto, tengo tropiezos del corazón (sic). Al día siguiente se confirma: ambas pruebas de Covid-19 dan positivo. No puedo abandonar la habitación. Veo cuatro veces al día y una vez en la noche solo trajes de protección. Soy una alienígena, una desterrada, aunque sean los otros los que se ven así. Soy un “peligro para mi ciudad”. Sin visitas, sin contacto, solo me pueden entregar el correo. Aislamiento extremo.
Después de 8 días de tratamiento en el hospital, con rodillas débiles y piernas tambaleantes me envían de nuevo a la cuarentena en casa. Algunos días vivo con la incertidumbre si mi cuerpo lo logra solo. Mejora y empeora. Después de una semana mejora continuamente, ¡gracias a Dios! Pero agotada rápidamente, subir las escaleras tiene que estar bien pensado. Cansada. Una semana más – luego viene mi primer día de trabajo -. Jueves y viernes, luego empieza – y me alegra mucho – el fin de semana. Como empleada a tiempo parcial solo trabajo en las mañanas (y me encanta mi trabajo en el escritorio), la semana siguiente en las tardes no sirvo para mucho, estoy “acabada”. Aparte de lo corporal (dolores de cabeza, mareos, flojera, cansancio) tengo dificultades para concentrarme, no encuentro las palabras. Mi alma cojea fuerte detrás de todos los acontecimientos… todavía no estoy bien: tres semanas más de incapacidad médica. Mi cuerpo y mi alma “trabajan”, “digieren” todavía…


Lo que me ayudó

Primero y sobre todo lo demás un esposo comprensivo, cuidadoso y ayudador que cocinó y aspiró, puso el lavavajillas y se encargó de los otros oficios in-dispensables del hogar y me ayudó en el camino al baño.
Una hija adulta que vive en la misma localidad a tres calles de distancia y amigos que hicieron la compra y (no solamente) dejaron lo necesario en la puerta de la casa. ¡La familia y los amigos son valiosos!
El internet en el hospital. La posibilidad del contacto con familia y amigos en el aislamiento extremo es de un valor incalculable. Alimento mi alma con cosas bellas. Solo una vez al día ver las noticias.
Al principio de la cuarentena los días de trabajo en casa fueron casi normales. La rutina puede ser de ayuda pues da un marco para el día o el tiempo. Sobre todo, en el tiempo de enfermedad y rehabilitación: tener un plan del día y cumplirlo. Ajustarse. Planear tiempos de trabajo enfocado y pausas.
Planear algo bonito/bello para hacer, ver un concierto online o dar un paseo online por un museo, leer una novela, permitirse un ramo de flores o una flor, comer helado, sacar la cara al sol, dibujar, pintar, escuchar música, cualquier cosa que me alegre, ¡ahora necesito y hago más de eso! Mientras sea posible: dar paseos en la naturaleza. Dar una vuelta por el jardín. Sacar la cara al sol. Cuidar mi cuerpo. Sacar los libro que siempre quería leer.
Escribir un diario, ordenar mis pensamientos y emociones como vengan. Mi método es: escribo solo al lado derecho del cuaderno y el izquierdo queda en blanco para añadir más adelante reflexiones, descubrimientos, observaciones, palabras de agradecimiento hacia mi Padre. De vez en cuando hojear de nuevo y ver por cuál camino he ido y me da ánimo: ¡todo eso has logrado! Pero me muestra también qué cosas se repiten, qué razonamientos me quieren halar hacia lo oscuro a los cuales me tengo que oponer con pensamientos positivos. Las revistas que esperan por tanto tiempo. Leer la biblia en la mañana con más tiempo para buscar y escribir mis pensamientos y oraciones. Trabajos sencillos del jardín es una terapia para mí. Lo que sea y que sirva para relajarme. Utilizar mis recursos naturales y más de lo que me da alegría.
Música: las canciones favoritas, canciones de alabanza, escuchar cánticos (himnos). Hacer música. Pasar más tiempo con mi instrumento o también construirme uno por mi cuenta (un sonajero o un cajón provisional, por ejemplo). En el hospital caminé diariamente de las 14:00 a las 16:00h con los conciertos de música clásica de la radio.
Ducharse: nunca pensé qué tan rápido uno puede llegar a necesitar un taburete en la ducha. Repartir por el suelo un baño de eucalipto o un baño aromático como inhalador.
Inhalar, inhalar, inhalar. Por ejemplo, pomada para el pecho o con manzanilla (farmacias, tiendas de té o abrir una bolsa de té). En la fase de convalecencia: inhalar manzanilla, hacer ejercicios de respiración al aire libre para fortalecer los pulmones (hay muchas instrucciones de fisioterapeutas en el internet). Aparte hacer ejercicios para el fondo pélvico pues debido a la tos se hundió mi útero aún más.


Lo que ayudó a mi alma

Contra el miedo: ser consciente que soy una creatura y que existe un creador. No tengo todo en la mano. No tengo el control de todo. También, y aunque mi cultura occidental me lo quiera vender así, no hay seguridad. “La vida es de peligro de muerte” dice mi marido desde hace 35 años. Una amiga mía obtuvo una invitación para una entrevista después de sobrevivir al cáncer: ella era una “especialista en el manejo de la muerte”. A ella le pareció curioso y dijo: “¡todos tenemos que morir, unos antes que los otros!”.
Pensar sobre la muerte y no reprimirlo. Se puede pensar en cosas como: ¿están todas mis relaciones en regla? ¿a quién debería llamar, a quién escribirle una carta, dónde debo disculparme, dónde debo pedir perdón, dónde debo perdonar? ¿A quién debo escribir una tarjeta de agradecimiento? ¿He escrito mi testamento? ¿He dicho mis últimas palabras o las he escrito? Hacer todo eso es una forma práctica que según mi experiencia (y que tiene efectos secundarios liberadores) es un buen somnífero: con cada piedra que se va de mi “mochila” duermo mejor y más liviana. Solucionar cosas. ¿Quizá le debo perdonar algo a Dios primero? Pídele a un amigo o amiga que te acompañe en ese proceso. O a un pastor o sacerdote. A una cristiana o cristiano.
Cuando hay miedo (y en la nueva situación del Corona este tiene potencial de crear miedo) y no ayuda pensar más ayudaron algunos rituales: sostener una cruz de madera en la mano. Algunos usan un rosario o un brazalete (perlas de la vida). Aunque soy protestante tengo un ritual católico que aprendí a valorar: mi bendición de la noche después de lavarme los dientes. Me siento en la esquina de la cama, me hago la señal de la cruz y digo en voz alta tres frases: “no le pertenezco al Corona. No me pertenezco a mí misma. Le pertenezco a Jesús”. La paz sobrenatural que se entabló en mi corazón me ayudó a conciliar el sueño. Decirlo en voz alta contra los poderes sobrenaturales. ¡Qué regalo! (hacerse la cruz: con el dedo índice y el dedo medio me toco uno después de otro la frente, la barriga, el lado izquierdo y derecho del pecho). También: mojar los dedos en agua y dibujar la cruz en mi frente (en el hospital no tenía aceite) me hizo consciente que estoy bautizada en la muerte y resurrección de Jesús. Mi nombre está escrito en la mano de Dios (la biblia dice en Isaías 49:16: Grabada te llevo en las palmas de mis manos; tus muros siempre los tengo presentes). Mi alma esta sellada en sus manos y le pertenezco. Nadie me puede quitar de su mano (en Romanos 8 la biblia dice: Pues estoy convencido de que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los demonios, ni lo presente ni lo por venir, ni los poderes, ni lo alto ni lo profundo, ni cosa alguna en toda la creación, podrá apartarnos del amor que Dios nos ha manifestado en Cristo Jesús nuestro Señor.). Cada uno puede reemplazar la palabra “Corona” por lo que quiera en la frase que mencioné arriba (también hay otras razones por las cuales se puede morir).
Libro de canciones o internet: leer las canciones antiguas en las que las personas tuvieron miedo a la muerte o estuvieron en peligro de muerte. Son en su mayoría textos conservados por siglos que cargan, consuelan y que enderezan las perspectivas. También se les llama coral o himnos. Johann Sebastian Bach, Martin Luther, Gerhard Tersteegen, Paul Gerhardt. Y más modernos: Jochen Klepper. Poemas de Arno Pötzsch, Hans-Joachim Eckstein. Incluso Jesús dio un modelo: él escondió su vida en la cruz según las palabras antiguas de los salmos.
Los amigos tienen un valor incalculable: mensajes de ánimo, saludos, tarjetas, flores en frente de la casa, oraciones, una canción cantada para mí, flores de papel – sienta bien que el círculo de personas a mi alrededor no me olvidó a pesar del aislamiento y la soledad del cuarto de hospital y que oraron por mí -.
Un compañero de trabajo tuvo una gran idea: junto con su familia cantaron una canción sobre Jesús como “medicina” en contra del Covid-19 y me envió una grabación. Cuando me sentía sola me consoló este saludo especialmente.
Las videollamadas de WhatsApp con los hijos y los nietos. Citas concretas. Hablar por Skype con toda la familia los domingos fue un punto culminante. Los mensajes de texto que entraban y salían en la semana. Las visitas en el hospital estaban por supuesto prohibidas. Estaban permitidas las cartas que me enviaban. Una bolsa con zumo de naranja y chocolate. Los dibujos de los nietos. Una flor de papel. Saludar con la mano a mi esposo a través de la ventana. Contacto visual en vivo, pero a distancia…
La sonrisa de Dios sobre mí: afuera en el césped estaban cada día dos urracas, una vez una liebre y por primera vez en mi vida vi un pájaro carpintero verde de cerca. Rayos de sol. Qué lindo: no veo solo paredes tristes sino un camino con zonas verdes que es muy poco transitado. Más allá hay un pequeño bosque. Y un regalo muy especial, un gran privilegio: una persona en el hospital “afuera”, al otro lado de la puerta, que conozco de mi iglesia. Saber que está en este lugar me da un poco de seguridad.
La palabra de Dios: siempre tuve mi biblia conmigo. Si eres primerizo con la biblia: lee los capítulos en donde Jesús obra en la tierra y nos presenta a Dios a las personas y cuenta del amor de Dios. Los libros de Lucas, Marcos, Juan y Mateo. También hay diferentes traducciones aquí.

Dios ha puesto en el corazón de las personas un anhelo de la eternidad. No dejes que la opinión de otros te aparte de esto: crea tu propia opinión. Una buena prédica en alemán (en YouTube se encuentra con subtítulos en español) sobre la eternidad la encuentras aquí.


Otros detalles:

La experiencia: cuanto peor me sentía, más se perdía todo lo práctico, simplemente ya no tenía la fuerza para hacerlo. El interés del entorno también se pierde. La debilidad en el cuerpo hace que mi campo visual se reduzca cada vez más. Después solo se trata de mí. No puedo emprender nada más. Todo me parece demasiado. No puedo hacer nada, ni cocinar, ni los oficios del hogar, ni leer, tal vez llamar a mi familia para que sepan como estoy. Falta la fuerza. La fuerza de supervivencia manifiesta: foco en mi misma. Esto es bueno saber lo para las personas cercanas, para que se puedan adaptar y puedan ser pacientes.
También se necesita paciencia para la convalecencia corporal. Duró más tiempo que una gripa normal o lo que “normalmente” necesita mi cuerpo que tiene una salud bastante buena. El alma también tiene que seguir: no debería sorprender si encuentra señales de síndrome de estrés postraumático (dificultades para concentrarse, miedo, dificultad para encontrar las palabras en mi caso).
También ayuda saber: ¡tener paciencia con el personal médico! Muchas cosas eran nuevas para todos y los conocimientos cambian con cada día que avanza. Muchos hacen un trabajo pionero bajo amenaza de su propia vida.
¿Qué ayuda cuando pensar no ayuda más? Mucho escribí arriba. En concreto: canciones. En el hospital cada día empecé con la canción “What a Beautiful Name” (Hermoso Nombre) de Hillsong. esta canción me sentó muy bien para el alma para recargarla positivamente para el día. Oraciones. Conversaciones con Jesús. Descargar mi corazón. Y agradecimiento: gracias por las urracas en el césped al frente de la ventana. Gracias por los rayos de sol. Gracias por los pancitos de pan integral. Gracias por las enfermeras. Gracias por las pastillas. Gracias por el zumo de naranja, que llevó mi esposo al hospital. Gracias por mi esposo.

“el agradecimiento es un guardián del alma contra los poderes de la destrucción” (Gabriel Marcel)

Y cuando nada de eso funciona solamente: “¡Jesús!”. El sabe todo y conoce todas las cosas… para las personas que no están acostumbradas a la oración, un consejo: la pastora del hospital Martin Luther, Nicole Waberski, ha compilado algunas oraciones para la noche en alemán. Mi oración del medio día: leer el salmo 23 en voz alta. En la mañana leer la porción diaria de los versículos bíblicos de la comunidad Herrnhuter Brüdergemeinde (Lecturas Diarias – también se encuentran en diferentes idiomas). Por la noche orar el padre nuestro (Mateo 6).

Traducción: Diana Janke