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Cuando la vida se me fue de las manos
El Dios que me ve. Génesis 16:13
Descripción de la situación
Sucedió en el verano de hace algunos años. Mi esposo y yo acabábamos de celebrar la boda de nuestro hijo menor. Y después de que el último polluelo había abandonado el nido nos alegramos por los años emocionantes que en ese momento debían iniciar. ¿Qué tenía Dios preparado para nuestra vida? ¿Dónde podríamos trabajar juntos o cómo podríamos acompañar a personas? ¿No éramos un equipo genial? ¿Acaso no nos complementábamos muy bien? Una tarde mientras estábamos sentados en la terraza y filosofamos sobre cuantos años nos quedaban… “40”, dijo Tom. Ese número fue demasiado alto para mí, luego dije: “20 años sería genial”, pues ambos ya habíamos sobrepasado los 50.
Después vinieron las vacaciones de verano. Por fin podemos dejar todas las obligaciones a un lado. Por fin naturaleza, amplitud, tranquilidad y nosotros. Tom disfrutaba ir a correr en las mañanas. antes de que para otros turistas empezara la mañana él ya estaba de vuelta y había traído panecillos.
Debido a que hay muchos lagos en Mecklemburgo-Pomerania Occidental su programa de ejercicio se amplió a la natación. Con deleite disfrutaba mojarse en lo frío, pero no solamente aquí. En muchas vacaciones saltaba en todo lo que parecía agua, tanto en las olas como en los lagos tranquilos.
Aquella mañana – ya había escrito las tarjetas que quería poner en el buzón de correo por el camino – se despidió con las palabras: “no te preocupes si me demoro más. Quiero nadar un poco más lejos”. Ya estaba acostumbrada a que él estuviera más tiempo afuera, especialmente cuando salía a correr en zonas desconocidas y en donde el camino de repente – distinto a como él se lo había imaginado – se desviaba en una dirección no deseada. El camino que quería correr se lo memorizaba, rechazaba el móvil o cualquier aparato con GPS. Su espíritu de explorador quería ser desafiado y además esos aparatos hacían más peso y lo hacían más difícil a la hora de correr. De esa manera salió hacia el lago, solo con una toalla y las tarjetas en la mano. Era una linda mañana de verano, como en los libros. En la noche anterior cayó un rocío refrescante y al final nos alegró un doble arcoíris espectacular. Curiosamente había cientos de pájaros cantando en el árbol al frente de nuestra casa, llenos de alegría. A veces gritaban, luego eran más silenciosos. Yo estaba tan emocionada con ese cantar que dije: “parece como en el paraíso, es precioso. El paraíso está aquí”. Con eso quería decir qué tan maravilloso era ese lugar. Ni en mis sueños me hubiera podido imaginar que esa frase cobraría otro significado.
Sentada en el salón mientras leía llegaron de repente dos hombres mayores agitados y golpearon en la puerta. Cuando abrí me dijeron que mi esposo había “tenido un accidente” mientras nadaba y estaba siendo reanimado.
Me sentí como si alguien hubiera puesto el programa de “Tatort” (Escena del crimen – serie policiaca de la televisión alemana) , solo que en esta ocasión los protagonistas éramos mi esposo y yo. Todo sucedió como en una película. Solo que los policías y el paramédico intentaron en vano que su corazón latiera de nuevo, me dieron su “sentido pésame”. Me senté en la playa como aturdida. En mi cabeza venía una y otra vez la frase “no es cierto”. ¡Que alguien apague el televisor! Tom estaba tan lleno de vida ¿Cómo puede ser que de repente sin más deje de ser así? Me hubiera gustado detener el mundo en ese momento y gritar: “¿no lo ven?, ¡el ya no vive! Mi vida se me fue de las manos”. Pero la vida tambaleó a nuestro lado indiferente. Las personas iban en sus canoas, hablando alegremente y con vida, y yo aquí, con el cuerpo de mi esposo muerto en la playa.
Pensé: nunca más… no más abrazos, no más hablar y disfrutar juntos, nunca más…
Pero luego vino un segundo pensamiento sobre el infinito agradecimiento por la maravillosa vida que había vivido con Tom. El agradecimiento era algo que hasta ahora solo había tenido en momentos de entusiasmo. Sin esperarlo, eso se expandió en todo mi ser en ese momento. Cuando alguien me preguntó donde pensaba que estaría mi esposo, yo contesté: “en el paraíso que está justo aquí”. Es ese momento me vino el recuerdo del arcoíris, el cantar de los pájaros y la frase que había dicho. El “nadó hacia el otro lado”, su alma llegó al otro lado. Pasó al mundo invisible. Este fue un consuelo que me rodeó. Y supe que él llegó a la meta, él llegó al lugar que es nuestra meta: en la increíble presencia de Dios, en el cielo.
Sin embargo, estuve allí en medio de la tragedia de la muerte, aquí en la tierra, y con toda la plenitud de tareas sin misericordia que mi corazón no pudo soportar. Latía tan fuerte que tuve la sensación de que salía casi 5 centímetros de mi pecho con cada latido. Sentía como si mi corazón quisiera alcanzar a Tom y no quisiera darse cuenta de lo que había sucedido definitivamente.
Sin embargo, en toda la falta de misericordia que significa tener que seguir viviendo fui sorprendida por Dios con su cuidado y su compañía justo en esta difícil situación. Leí a la mañana siguiente en el librito de las Lecturas Diarias el siguiente versículo de Lucas 7:13-14: “Al verla, el Señor se compadeció de ella y le dijo: —No llores. Entonces se acercó y tocó el féretro. Los que lo llevaban se detuvieron, y Jesús dijo: —Joven, ¡te ordeno que te levantes!”. Increíble – hasta ahora no me había dado cuenta de mi nuevo título como “viuda” y ¡hora lo leo aquí! No solo eso, sino que también Jesús me mira y le rompe el corazón verme así de sola. Eso me consuela mucho, me consuela que Jesús también está triste porque Tom este muerto. Me consuela e incluso me alegra. Tom no ha resucitado en el mundo visible, pero estoy segura de que él ha resucitado. “El cielo está más cerca de lo que piensas” es algo que experimenté y es mi experiencia diaria.
Del cuidado y la ayuda y el consuelo de Dios vivo. Él me envía al corazón su paz y cada día me da ánimo de levantarme y vivir hacia adelante.
Después de la muerte de Tom me vino la vida a tope. Tenía que tomar de repente responsabilidades sola, o tomar decisiones, o en los momentos donde tuve que ocuparme de la parte empresarial de mi vida. Antes nos encargábamos de aconsejarnos y de decidir juntos – ahora todo giraba en torno de lo que básicamente yo quería hacer. Ahora tenía que administrar involuntariamente una empresa y darles sueldo y pan a los empleados. Tenía que llevar el cuidado y realizar tareas, aunque todavía no había tenido tiempo para mí. De repente solo se trataba de “mi” y “yo”. ¿Qué quiero? Hasta el momento en mi vida solo se trataba de “nosotros”. ¿Quién o qué soy ahora sin Tom? Esta búsqueda es un proceso largo y estoy contenta de que no solo tengo a Dios de mi lado, sino también muchas personas amorosas y sobre todo a mi familia.
Puedo contar muchas cosas de como experimenté la dirección y la compañía de Dios en carne propia. Vivo con Jesús a mi lado y estoy agradecida de que mi vida después de algunos años salió de esa gran variedad y que paso a paso llego a mí misma. Y estoy emocionada de lo que Dios tiene preparado para mí.
Mi situación psíquica y física después de la muerte de Tom
En medio de las vacaciones más lindas, en medio del maravilloso tiempo a solas vino la muerte y la ruptura de mi vida hasta el momento y mi cuerpo. Solo quedó una herida abierta. La cabeza (la razón y la psique) y el corazón (cuerpo y el físico) fueron arrancados de su base. Lo que mi vida había significado, desde los 16 años, se había ido. De ahora en adelante sola y diferente.
Mi mente aceptó la situación y pudo tolerarlo. Fue posible por medio del consuelo de la biblia. Las promesas de Dios sobre la vida aquí, su compañía y cercanía en toda pena. La confianza en la gloria de estar después con EL, en la presencia de su hermosura y su amor. Tom había alcanzado esa meta, esa era mi confianza. Pero mi corazón latía como por dos personas, se intentaba salir con cada latido de mi pecho. ¿Era la añoranza de Tom? Sus abrazos, su escucha y ánimo, su “pertenecer a mí”. En la biblia dice: “se convertirán en una sola carne”. Inseparable, un cuerpo. Solo hay un Nosotros. Nadie está solo. Solo existíamos en empaque doble.
Pero de repente estoy sola y todo lo conocido, lo habitual y lo lindo me fue quitado. Mi pulmón iba a tope. Respiro profundo. Respiro el dolor, exhalo el echar de menos. Estoy continuamente en el agobio. Sin compasión ni descanso. Día y noche. Cuando duermo profundo me levanto con la garganta seca y solo una pizca de descanso se siente. Tengo que aprender todo de nuevo. ¡Todo!
Sin más soy ahora una persona conocida. Cada persona me observa, cada uno habla de mi situación. Todos están espantados como yo y tienen que asimilar el hecho de que Tom ya no vive. Eso también les hace cuestionar su vida: ¿Qué pasaría si murieran de repente? Las personas a mi alrededor tenían una clara forma de cómo yo debía reaccionar o vivir. Les es difícil aceptar que estoy de pie y confiada. Ellos juzgan y dicen: “se ha tomado algo, no es normal como habla”.
Las personas me esquivan, cambian de acera, están asustadas cuando se encuentran conmigo inesperadamente. Lo puedo entender, hasta ahora era yo la que estaba al otro lado de la vida. Consuelo a quienes encuentro. Les cuento alegre sobre la cercanía de Dios y de su cuidado. Los exhorto a disfrutar sus vidas mientras estén vivos.
A menudo estoy exhausta y extraño la ayuda de Tom y sus abrazos. Estoy vacía y cansada. Pero vuelvo a la vida cuándo puedo contar de Dios. Me alegro de cada posibilidad de contar sobre su existencia. Estoy alegre que mi pequeña familia todavía está en casa durante las primeras semanas. Ellos se intercambian las tareas. Se toman tiempo para acompañarme. Así es muy cuidadoso y prudente saber qué se siente estar solo en casa. Y puedo compartir mis pensamientos y experiencias con Dios y el mundo. No tengo que hablarle al vacío.
Hay mucho que todavía tiene que ser hecho. Toda la parte financiera de nuestras vidas la administró Tom hasta ahora. Muchos trámites y la herencia tienen que llevarse a cabo. Es una historia sin final especialmente para mí qué tengo que administrar todavía una empresa.
Experimento como estoy rodeada de personas que me quieren ayudar. Para ellas es una forma de trabajar con la muerte de Tom. Su amigo, su compañero, su colega de trabajo, su compañero de correr por suerte me ayudan. Pero me cuesta recibir ayuda. Me gusta ayudar a los otros, pero nadie necesita ayudarme. El pensamiento “¿Cómo lo puedo volver a hacer bien?” está en mi camino. Pero cuando lo permito es una gran ayuda para mí. Ellos vienen y limpian mi casa, cortan el césped, se ponen delante mío con un valde y guantes en la mano y me informan de que van a arrancar la maleza del jardín. Me preguntan cómo estoy y si quiero hacer un paseo o viajar con ellos. Estoy rodeada de una familia extensa: mi Iglesia. Son personas con las que comparto por algunos años.
En la noche, cuando por fin tengo libre para mí me acuesto, sin fuerza, en el sofá y me dejo llevar por la música. Pongo mi móvil en la barriga y escucho los sonidos. Música suave sin letra. La música clásica me ayuda. Como por ejemplo las cuatro estaciones de Vivaldi o el CD de Dirk Menger “N°1“.
Se necesita tiempo para que la herida se cierre. Hasta que la cabeza y el corazón sean uno, hasta que el corazón lata a un ritmo normal y la respiración se tranquilice. Puedo soportar de nuevo la insignificancia de la vida. Después de unos 2 años puedo sentir de nuevo alegría sin pensar: “y todo para nada”.
Al principio no podía aguantar el jaleo o las películas románticas. De hecho, la televisión es algo que a lo largo de un año no he necesitado o soportado. Todo lo que tiene que ver con la situación va directo y profundo a mi corazón. La herida de hecho ya está cerrada, pero todavía no se ha formado una nueva capa de piel que mantiene afuera las cosas. Me encanta escribir y dejar plasmada mi propia vida y así poder trabajar la situación. Y me encanta leer libros que con cuidado y en una buena dosis gotean en mis pensamientos. A cualquier hora poder cerrar el libro y poder hacer algo diferente.
Sigo aprendiendo a ser buena conmigo misma. A ser una buena amiga mía. A no dejarme guiar a cada rato por el miedo de no pertenecer a algo. A permitirme algo bueno y a planear lindos encuentros. La naturaleza es como una estación de servicio en donde recibo tranquilidad y paz. Mi familia me ayuda a recibir los abrazos de los que he sido privada y mi nieto me llena mi tanque emocional. Poder alzar a ese pequeño ser en mis brazos. Escuchar sus respiros y sentir el peso de esa personita me sienta bien.
Estoy contenta y agradecida por las personas que me rodean y por Dios el Creador que me ve y me ama.
Lo que me ayudo en la práctica
- Escribir todo lo que pasa por mi cabeza.
Al principio escribía dos veces al día en un diario (en la mañana y en la noche). Quería dejar anotado lo más posible pues mi sueño era muy malo y mi concentración se vio perjudicada por eso. Y quería poder ir más tarde, cuando ya todo estuviera más tranquilo, de nuevo a ese tiempo lleno, o por lo menos por medio de recuerdos. - Ir a dar paseos con amigas muy queridas.
Dejaba a un lado la presión de la gran carga que tenía por medio del movimiento y el aire fresco. También hacer parte de la vida de otras personas y hablar de todo lo que está en el alma. - Ir a la naturaleza y quedarse ahí, sentir el sol, inhalar el aroma de las flores, sentir el viento.
- Mirar imágenes con sol, ya sean fotos o películas, sobre todo en momentos donde parece estar todo oscuro y gris.
- Dejarse calentar en la sauna.
- Dejar al mundo afuera.
No pude ver las noticias o películas. Lo primero me fue difícil y lo otro, insignificante o demasiado emocional. Tuve que ocuparme de mi mundo sentimental porque vivía constantemente en el agobio y todo eso con falta de sueño. - Planificar los fines de semana.
Ocuparme bien de mí y reflexionar: me sienta bien estar sola o quiero tener contacto con alguien. Si quiero contacto entonces debo fijar el momento con tiempo para que no me golpee la gran soledad el fin de semana. - Preguntar a amigos si tienen tiempo para encontrarse conmigo y calcular con el hecho de que ya tienen pensado algo, eso puede prevenir decepciones.
- Invitar con creatividad, regalar bonos para ir a cenar (o cocinar algo rico) y así permitirse cosas buenas, ir al cine. Regalar viajes cortos y ser el propio guía turístico.
- En tiempos de agotamiento escuchar canciones cuyos mensajes me fueron cantados al corazón. Casi cada año tuve música que acompañó mis pensamientos y con la que me canté a mí misma coraje y confianza. El grupo Switchfoot fue importante los dos primeros años. Hoy son las canciones de Casting Crowns, pero también canciones de alabanza en alemán hacen parte de este grupo (del libro de canciones “Feiert Jesus” 17 al 22). También las canciones sin texto me sentaron bien. Melodías que tranquilizan o alegran. Es algo que me carga. Hay canciones que me acompañan hasta hoy.
- Tengo una biblia y un libro de Lecturas Diarias en donde leo diariamente dos textos bíblicos y un pequeño versículo para el día. A menudo han sido una fuente de consuelo para mi como ya lo dije anteriormente.
- Oro a Dios y espero su ayuda para mi vida en concreto. He experimentado como él me ve y así puedo ir por mis caminos confiada y le pido al ÉL por sabiduría y protección. Yo sé que él me cargará, aquí en la tierra y en el mundo futuro que aún está escondido de nuestros ojos.
Traducción: Diana Janke